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Las Invasiones Inglesas a la Ciudad de Buenos Aires


En 1805 Gran Bretaña vence a una flota integrada por Francia y España en un conflicto naval conocido como la Batalla de Trafalgar. Aunque la cantidad de embarcaciones británicas era menor a la de su oponente, ninguna de ellas resultó hundida. La flota franco-española, en cambio, perdió en su derrota veintidós de sus navíos.

La victoria británica fue contundente, otorgándole el dominio de los mares. Con la principal flota española casi destruida, las extensas costas marítimas del vasto Imperio español quedaron desprotegidas. Líderes políticos y militares británicos empezaron a planificar expediciones invasoras a distintos lugares de su amplio territorio colonial, ahora vulnerable.


Primera invasión

Buenos Aires fue testigo de la primera invasión inglesa en 1806. La encabezaban el general Beresford y el almirante Home Riggs Popham, que sin permiso previo del gobierno británico fue quien tuvo la iniciativa de hacerla. Con una tropa que se considera escasa, unos 1700 hombres, Beresford desembarcó en las costas de Quilmes y avanzó hacia Buenos Aires.

La ciudad no estaba preparada para esta situación. El virrey Sobremonte no parecía dispuesto a formar milicias locales y las tropas con las que contaba eran también escasas, con lo que el 27 de Junio de 1806 Beresford pasó a ser el gobernador de Buenos Aires mientras Sobremonte huía a Córdoba.

En Gran Bretaña la noticia de la conquista causó entusiasmo y los gobernantes favorecieron la inmediata constitución de un nuevo cuerpo de expedición para reforzarla. Mientras tanto Santiago de Liniers, un militar español nacido en la nobleza francesa, reunió en Montevideo a un grupo de soldados regulares y milicianos locales y reconquistó la ciudad de Buenos Aires exitosamente.

El gobierno británico de Buenos Aires duró 46 días. Luego de la rendición, Beresford fue alojado como prisionero en una casa de Luján junto a su amigo el teniente coronel Dennis Pack. Al año siguiente ambos escaparon de su prisión, y Beresford volvió a Gran Bretaña.


Segunda invasión

A comienzos de 1807, año siguiente a la primera invasión, llegan las tropas enviadas por el gobierno de Gran Bretaña. El 3 de febrero el militar británico Samuel Auchmuty conquista la ciudad de Montevideo, y durante los primeros días de marzo parte desde Inglaterra hacia esa ciudad el comandante John Whitelocke, con la orden de capturar Buenos Aires.

A diferencia de la primera invasión, esta vez el ataque era fuerte: 11 mil soldados profesionales respaldados por 23 naves de guerra. El comandante Whitelocke sería más tarde criticado por un periódico inglés por "haber estado en la más perfecta ignorancia (...) sobre la resistencia que cabía esperar". Al llegar a Buenos Aires el comandante invasor se encontró con una ciudad enteramente preparada para su llegada. Liniers y Álzaga habían reunido 9000 milicianos, apostados en distintos puntos de la ciudad. Hubo vecinos que arrojaron piedras y líquidos hirviendo sobre los "casacas rojas" mientras avanzaban por las calles, que a su vez habían sido preparadas para la defensa con pozos, barricadas, y trincheras.

El 7 de Julio Whitelocke comunicó que aceptaba la capitulación propuesta por Liniers y también aceptó abandonar Montevideo en un plazo de dos meses.

Al volver a Gran Bretaña, una corte marcial declaró a Whitelocke "totalmente incapaz e indigno de servir a su majestad en cualquier competencia militar que sea" y lo apartó de sus funciones.


Consecuencias y hechos posteriores

El Imperio español conservó la posesión del Virreinato del Río de la Plata gracias a la acción de milicias locales. Aún siendo Virrey, Sobremonte no pudo volver a ejercer el mando de Buenos Aires, no por decisión del rey de España sino por decisión de un cabildo abierto local: un hecho sin precedentes. Muchos vieron en esto un preludio a la independencia ante España que ocurriría posteriormente.

Liniers y Álzaga fueron considerados héroes por su reconquista y defensa de Buenos Aires. En 1808 el rey de España nombró Virrey a Liniers, con lo que este pasó a ser el último virrey designado directamente por un monarca español, y no por una Junta gobernando en su nombre. Pocos días después España sería invadida por Francia. Durante los años siguientes ambos héroes de las invasiones inglesas serían ejecutados en distintas circunstancias por ser considerados una amenaza a los gobiernos locales que siguieron a la Revolución de Mayo.

Gran Bretaña desistió de volver a invadir Buenos Aires para poder ayudar a España en su intento de repeler la invasión de la que ahora era su enemiga en común, Francia.

Hasta el día de hoy Buenos Aires conmemora los sucesos con dos calles que desembocan en la Plaza de Mayo: Reconquista y Defensa.


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